1.23.2012

INÉS



 “M 
iró la taza entre sus manos ¿Tercera? No, cuarta. De todos modos no importaba, hacía rato que había dejado de contar.”
Era una linda taza. Un regalo de su abuela, fiel amante del té de la tarde. No existía un día en que no lo preparara y lo tomara exactamente a la misma hora.
¿Cuándo empezó todo? No sabría decirlo. Los momentos pasados se encuentran vagamente sombreados en su memoria y no hay indicios en ella acerca del inicio de su adicción. Porque era una adicción, de eso no caben dudas. Todas las mañanas, tardes y noches era lo mismo. La taza azul se llenaba una y otra vez.
¿En qué momento dejó de importarle todo? No podía vislumbrar cuándo fue la última vez que se preocupó por alguna tarea escolar o por encontrarse con un amigo o de pasar tiempo con su familia. Ya nada quedaba dentro de sus memorias. Su cabeza se descomponía al igual que su estómago.
El almuerzo y la cena eran siempre a la misma hora. Almorzar no presentaba un problema para ella, nunca estaba en casa y así era más fácil encontrar escusas. Su verdadero inconveniente era la cena. No había forma de eludirla, siempre estaban todos presentes y aunque a veces podía decir que simplemente no tenía hambre o se sentía mal, no podía hacerlo todos los días. No había muchos pretextos a los cuales recurrir, así que se inclinó por la manía de ir al baño siempre, inmediatamente después de cenar.
“Parpadeó y miró nuevamente la taza azul. La última gota de la oscura infusión era todo lo que quedaba en el fondo ¿Qué hora era? Suponía que debían ser alrededor de las dos de la mañana. El reloj estaba en la pared de la cocina, pero no quería levantar la cabeza puesto que seguía concentrada únicamente en la falta de café en la taza y en su deseo de llenarla nuevamente.
Debía levantarse temprano. Irían a casa de unos parientes, no le importaba realmente de quién, sólo deseaba que no hubiera comida demasiado deliciosa o caería otra vez. Volver a pasar por lo mismo era lo último que deseaba, sabía que el hambre es demasiado fuerte y tentado sólo hacía imposible no sucumbir ante él ¿Y si el baño estaba muy cerca del comedor? No podía fingir bañarse como en su casa. Algo se le iba a ocurrir, siempre se le ocurría. Quizá tenían mascota, si así fuera y tuvieran un perro entonces sería sencillo mentir, un juego de niños. Aprovecharía cualquier momento que tuviera para guardar la comida en una servilleta, eso no le costaría mucho, después de todo nunca le costó no ser notada por el resto de las personas.”
Resulta increíble la velocidad con la que pasa el tiempo mientras uno está abstraído por una idea. Así estaba, sentada con los brazos apoyados en la mesada de la cocina y el tic tac del reloj sobre su cabeza. Serían cerca de las tres, pero no tenía sueño. Era algo lógico, después de haber tomado tanto café aunque a ella nunca la había desvelado el café, es más, toda bebida caliente  le producía somnolencia y el café no era la excepción.
“Finalmente decidió irse al cuarto, si su mamá se levantaba y la veía en la cocina tomando café a esa hora sin duda se enojaría muchísimo. Apagó la luz y en penumbras caminó por el pasillo hasta llegar a su dormitorio.”
No existía nada que pudiera darle una pista a su familia. No los culpaba, sólo a sí misma. Sabía que todo en ella andaba mal, sabía que no tenía excusa para su comportamiento, pero no podía evitarlo y la culpa la consumía. Para desquitarse sólo podía hablar con sus amigos, ellos sí sabían de lo malo de la situación y hacían todo lo posible por ayudarla y tenerlo controlado, pero el control también era un engaño y lentamente se le iría yendo de las manos.
No podría soportar el vacío por mucho tiempo, el líquido ya no la satisfaciría y se vería obligada a probar un bocado de esto y de aquello. Sólo eso bastaría para que al llegar a su casa una voracidad se desatara inevitablemente dentro de ella. Los peores ataques los sufriría cuando nadie la observaba y a escondidas comenzaría así a ingerir cuanto alimento encontraba. La manía de recurrir al baño ya no le serviría como antes, no podría dejarla pero lentamente comenzaría a recurrir a otras cosas con tal de tratar de eliminar ese asco absoluto que sentía sobre sí misma.
“ASCO, era sin duda la palabra que mejor simplificaba sus sentimientos. No podía evitar sentirlo sobre todo lo que le rodeaba, en especial sobre ella. Una leve molestia la devolvió a la realidad de que todavía no podía dormirse a pesar de estar extremadamente cansada.”
No tardarían en notar que sobre la tela blanca del pijama, comenzarían a dibujarse en algunas de las flores estampadas, tallos rojos, tallos que se ramificarían por entre las hebras de la tela. Las heridas tardarían en sanar y el fino filo de una hoja sólo conseguiría multiplicarlas y hacerlas más profundas cada vez. Si no las notaban sólo significaría una cosa: que ella tenía razón y que todo este tiempo siempre fue así, no le importaba a nadie… pero darte cuenta de que algo está mal no significa que realmente te preocupe, ¿verdad?
“Cerró sus ojos lentamente cuando por fin el sueño la venció y se preparó para lo que sería un desolado futuro.”

1 comentario:

  1. Me encanta tu blog, lo veo desde hace ya un buen tiempo, y siempre me ha resultado bastante interesante, me gustaría conocerte (:

    ResponderEliminar